15/12/13

Bailaré


Ahora parece tan estrecho mi cuarto, creo que esta tan cercano mi cuerpo, me atrapa, parece ser una proyección de mi mismo, sabes que al salir de ella es como una expresión sincera de tu mente. Cuando cruce esa puerta sabré lo que tengo que hacer. No suelo tener esos arranques de valentía. No, en estos últimos meses. Al contrario, parece que la veo bailar, baila vivazmente, es hermosa; baila frente a mí, baila con amigos, baila con extraños, baila con su ex; pero se detiene, está cansada. Bailar con una alegría que finalmente la extenúa. Se sienta a mi lado mientras recobra fuerza, se pone de pie, toma agua, se mueve al ritmo de su música interna, pues yo no escucho ruido alguno; o será que he perdido conexión con el ambiente y solo me concentro en ella. Abro la boca, doy un sorbo al vaso con agua. Qué pasa. Ella baila y yo no. Por qué. Por qué no me puse de pie y baile. Por qué creo que bailo cuando en realidad solo cumplo con lo establecido. Ella baila, y baila lo mejor que puede. Yo me muevo para indicar que soy un ser viviente. Ella me mira y espera que también quiera que baile, no por compromiso o porque me conozca; solo porque tiene esperanza de que mi estupidez se vaya, tiene fe. Si no me puse de pie, no le afecta, ni le importa mucho, aun tiene fe; da media vuelta y baila con un amigo en común. Y a lo lejos me da una mirada para ver si ya me puse de pie. Aun tiene fe.

Salí de mi cuarto; y bailaré lo mejor que pueda. Bailaré.

Eugenia aun no lo entiende. Cree que estoy cegado por mi baja autoestima. Creo que donde yo veo fe, en realidad es manipulación. Un juego de poder, para tenerme de títere autocomplaciente, cuya única fuente de energía es la esperanza fútil, de que mi establishment cambiará con un toque de Ale. Por un tiempo le creí. Lo que antes me parecía su sonrisa, luego me parecía una muestra de arrogancia. Su abrazo para animarme, luego fue un anzuelo para que haga lo que ella quiera. Una conversación suya con un extraño, luego fue un reclutamiento de títeres. Un beso de Ale, luego una bofetada a mi independencia. Pero qué sabía Eugenia de independencia. Vivir sola en un cuarto tétrico por casi dos años, no es independencia. Me sonaba a aislamiento. Pero no juzgué al mensajero sino el mensaje. Y digerí ese panfleto. Me alejo por algunos meses de Ale, y sembró dudas. No bailaba, solo escuchaba ese discurso incendiario; y con audífonos para no dejar entrar sentido común. Cuando me dejo por Carlos, prendí la antorcha porque pensaba que deje de servir como títere. Me sentía inútil, algo irónico, porque debía de sentir libre según la doctrina de Eugenia. Me sentía estático, mientras Ale bailaba, y bailaba otra canción; pero bailaba lo mejor que podía. Es cierto que ella, cree que todos la estiman por sus logros y su esfuerzo personal; pero que la ignoran por su carencia de objetivo; pero quién soy para lanzar la primera piedra, si también caí al igual que ella en una seguidilla de primeras metas y luego incertidumbre. Pero al menos baila, y baila hermosa, baila según la música que toque.

Salí de mi cuarto; y bailaré lo mejor que pueda. Bailaré.

Mi amigo me confirmo que Eugenia había usado el mail “flor852” para matricularse en la U. no había duda, era ella la que había deslizado los rumores a Ale. Y si de alguna ayuda puedo ser, mientras se recupera de las esquirlas y la contusión en el cuello, producto del accidente de tránsito; seria enfrentar a Eugenia para saber la verdad. Recordé su peluca y sus lentes en las escaleras del hospital. Busque el evento en internet donde me había contado semana atrás que iría. Anote la dirección. Salí de mi cuarto. Tome un taxi. Recordé a Vanessa abrazar a Giovana hace apenas dos horas atrás. No escatime en gastos, el dinero va y viene; pero saber que aun tienes valentía para enfrentar retos, eso es duradero. Había un tumulto de gente fuera del local. Compre una entrada a una revendedora. Fui al bar del local. Pedí un vodka tonic. Busque entre todos los grupos de personas que se habían formado alrededor de la pista de baile. No la encontré. Fui al segundo piso y revise en los boxes. Nada. Me compre una cerveza. Veía los trajes tan detallados y coloridos de los participantes. Muchas chicas esmeradas y hermosas. Alcé la vista otra vez al balcón del segundo nivel, y en el suelo a través del vidrio estaba Eugenia con su peluca en la mano.

Lloraba. Entre sollozos le entendí que no era su plan asustarla tanto que se pasara la luz roja. Que ella también se asusto mucho con el golpe del otro vehículo; y, lo más importante, que no volvería a aparecerse ante nadie, porque esa extraña capacidad es tan autodestructiva que podría corromperse y dañar a muchos. La abracé, le dije que lo sé y que sabía que no quiere dañar a nadie. Le conté que todo está bien con Ale, que se recupera. Y le pregunte porque le dijo ese rumor sobre su padre, que la puso muy mal a Ale. Me dijo que era verdad. Que ella misma lo había comprobado, que no le preguntara cómo; pero que si aún seguía siendo su amigo, le crea. Le dije que aun no me cuadra ni entiendo eso de la amistad entre géneros. Pero que le creía. Aun así, no tenía derecho a decir todo eso. Pero me miro con ojos de desconcierto, y me preguntó qué hubiera hecho yo con esa información. No contesté. Me tomó del cabello y dijo que no caiga en la doble moral, como todos los conformistas. Le dije que la forma en que se lo dijo no es de personas honestas, que pensara en eso; porque solo provoca que desconfíe más de ella. Se seco los ojos, y desapareció ante los míos.

Salí del local. Tome otro taxi a casa. Puse un CD en el reproductor, y no dormí sino hasta casi entrada la mañana. Era domingo, limpie la casa. Converse con mis padres sobre los pagos a hacer en el mes. Deje la ropa en la lavandería. Almorcé en casa de mi hermano. Avance con unos planos que tenía pendientes. Salí a caminar. Tome café en la noche. Planche mi ropa para el lunes. Revise si tenía examen o algo. No puse un CD en el reproductor, me quede en silencio, y me imagine bailando.

Ale no fue a trabajar. Giovana presento un parte médico para que le dieran licencia quince días. Llamé a Vanessa. Me dijo que en un día más saldría del hospital y estaría con collarín por diez días. Le dije que le enviaba los mejores deseos. Vane dijo que todo mejorara que esperaba que este incidente los una más. Apoye esa idea, y le pedí que me avisara el momento en que Ale quisiera que la visiten. Que no dudara en llamarme porque, al fin y al cabo, aun soy amigo de Alejandra y de Vanessa.

El fin de semana siguiente, era cumpleaños de un compañero de oficina; salimos todos a un after office. Ya en el local, me quede sentado revisando el celular. De reojo vi que regreso una chica de la pista de baile, y se sentó en la mesa de al frente. Guardé el celular. Mire un momento para ubicar a todos; pero al rato tenia a la chica de al frente diciéndome, bailamos?
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Fin del volumen I

10/12/13

Desportillados

Le parecía que el costo del boleto era mucho para tan poca distancia recorrida. Igual pago. Bajo frente a un supermercado. Cruzo entre los puestos de ploteos e internet. En el segundo piso, se detuvo un momento, y volvió a marcar el teléfono de Alejandra. Sonaba. Dónde se habrá ido? No dijo nada, pensaba. Sin respuesta, siguió de frente y luego volteo a la izquierda. Saludo a Renso y pregunto por sus amigas, con una sonrisa de oreja a oreja el encargado le digo que en la cabina dos estaban. Antes de avanzar vio que en la puerta esperando estaba alguien conocido. Hola, no eres amiga de mi hermana? Te acuerdas? Cuando fuiste a mi casa? La miraba con una forzada amabilidad, pues no le era sencillo. Eugenia le devolvió la mirada, y sin mostrar mayor interés le dejo que si, y que estaba allí esperando que se terminen de imprimir unos planos. Pero y sabes si tiene clases hoy? Porque salió temprano y ahora no contesta el teléfono. Debe estar con su ex, Carlos no, el otro; le contesto. Trato de parecer poco interesada en el tema, pero poco a poco su plan estaba cobrando forma. OK, no lo sabía; le contesto Vanessa. Nos vemos, le dijo; pero su interlocutora solo miraba. Avanzo hasta la cabina dos, y sin tocar la puerta de vidrio abrió y entro. En la batería Valeria y en la guitarra Fiorela, en el Guitar Hero sonaba Reptilia de The Strokes. Y al cerrar la puerta, se desconecto de todo. Al menos por una hora.

No lo pensó mucho y borro el mail. Ese tal “flor852” había reabierto la herida. Alejandra recuerda los rumores de infidelidad de su padre, que se escucharon los días posteriores del funeral de su madre. Ella no los creía, y allí quedo todo. Pero “flor852” le estaba diciendo que otra vez su padre era infiel, y ahora a Giovana. Quién rayos trata de hacerme daño? Se pregunto. Tomó las llaves del Sportage. Salió hacia el gimnasio. Mientras guardaba sus pertenencias en el locker, marco el teléfono. Puedes venir en una hora? No? Por donde estas? No, no pasa nada. Bueno si. Pero debo contarte en persona. Es que solo se me ocurrió que podrías ayudarme a descubrir un tema que me está causando daño. Si, gimnasio; tu? Ah! Bueno, entonces dónde. Ok, en el taller de Rafo en dos horas.

Ya tenía preparada la peluca y el traje. Esa noche lo intentaría otra vez. Parecía que habían reactivado en ella, como un catalizador termonuclear, las ganas de divertirse, sentir; y olvidarse de las obligaciones que tenia para consigo; y, además, las que se había impuesto para conmigo. Creía que debía mostrarme, sin importar cuán doloroso sea, que nadie actúa con sinceridad hasta que está completamente segura de mis intenciones y objetivos. Con cierta ironía, había descubierto que ni la lectura ni la música la abstraían de la realidad; interpretar la vida o las características de otros, si lograban ese efecto narcótico que buscaba. Esa noche, lo intentaría de nuevo. Pero antes, movería algunas piezas más en el tablero.

Absurdas, infantiles, estúpidas. Todo en el timeline era vacio y hueco. Cerró la App y volvió su mirada al maracuyá que creía al fondo del jardín. Como refugio de vida se imponía entre el césped y las macetas compradas. Había crecido de forma orgánica y sincera, con sus curvas algo erráticas pero librándose de sus obstáculos, siempre buscando el sol. Llamo a casa. Tal vez Ale estaba allí y su celular estaría sin batería. Hola Vanesita! Qué raro que este llamando al fijo! Le respondió Giovana al otro lado del auricular. Pensé que Ale respondería, porque su cel está apagado. Si, verdad no? Pero que paso, dime. No nada, solo aburrida. Pero no estás con Fio? Si pero su jardín me parece más interesante que las tonterías que dice. No te está escuchando no? Que va, Gio. Bueno, Vane… es que ahora todo te parece tonto, pero creo es que te sientes como aislada, sé que no es lo mismo, pero puedes llamarme, para sacarte de ese aburrimiento, nos concentramos y veras como salen ganas de hacer cosas nueva y retarte a ti misma. Hubo una ligera pausa, para observar como Valeria ataba sus zapatillas. Tienes razón, Gio; todo está en uno. Si parece que las personas que mas quise ya no están ahora, es solo porque así es la vida… uno debe ponerle ganas para retarse y seguir. Vane. Si? Tu mamá te quiso mucho, y te sigue queriendo…

Cerró su bolso, y repitió que quería la información lo antes posible. Que no podía permitir que un anónimo este difamando a su padre. Le dije que mi amigo le tendrá la dirección de ese anónimo para mañana. Me volvió a agradecer. No quiso ahondar en otros temas, pero decía estar bien. Ya no veo a Carlos. Fue lo más relevante. Quería ser cordial, pero sobre todo escueta. No quería entredichos y no permitir una lectura entre líneas. Solo era el nexo entre su información y el hacker que le revelaría de quien vienen tales rumores. Mientras salíamos del café, reviso una antigüedad, una radio y un sofá polvoriento. Le parecía que tras de ellos su historia tendría personas desequilibradas, o al menos sujetos que creían que lo eran. Parecía inverosímil. Pero algo en ella me dijo: así soy, y no te permito que estés en mi contra; me sigues por lo que he logrado por mí misma, o puedes irte a la sombra del olvido. Pero era difícil olvidar a esa desequilibrada.

Cerro muy fuerte los ojos, y antes de volver a abrirlos imagino las llantas, el asiento, el olor, el cabello largo de Ale. Sin percatarlo, estaba entreabriendo los parpados y la luz se filtraba en sus pupilas como banderas hondeando. Su peluca y sus lentes estaban reflejadas en el espejo retrovisor. Ale se secaba los ojos.

Todo se volvió pánico. Nuestras vidas se desportillaron.

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Pronto: Fin de Volumen I

1/12/13

Solo amigos


Su delineador me recordaba las fiestas en su casa, y a la mesa de plástico en su jardín donde bebíamos. Claro que no estamos en una fiesta. Acaba de salir del examen; y yo estaba en su Facultad para devolverle su neceser de comida, que había dejado olvidada en la Oficina de Finanzas. Eran las ocho de la noche. No había nada que hacer. No era necesario imaginar que podía suceder, simplemente era un favor a una amiga del trabajo. Un favor antes de regresar a casa. Una amiga. Eso era lo que quería Alejandra. Solo amigos. Una estupidez.

Nunca había dado veracidad a una amistad entre géneros. No tenia amigas, y menos una ex que quiera mantener una amistad. Me sonaba a manipulación. Algo como: no tener relaciones pero si obligación de hacer favores. Como darle el alcance en su facultad para entregarle una de sus pertenencias olvidadas. Pero había accedido. Allí radica mi estupidez.

Estaba frente a mí. Ya no recuerdo ni como se vestía. Me había deslumbrado sus ojos y su rostro tan cerca. Tres meses pasaron. Rayos, si que la extrañe. El primer mes la odie sin duda y la maldije también. El segundo mes la extrañe. Y ahora solo quiero cualquier excusa para cruzármela.

Fue extraño. No era el mejor lugar para decirme que el año nuevo anterior se beso con Carlos, un amigo de su secundaria, y que en el mes siguiente había descubierto que no le prestaba atención; que nunca recibía explicación sincera de cuando desaparecía por días. Estábamos en Punta Hermosa. Y en vez de llorar, salí caminando; no quería que viera m rostro de tristeza. No podía refutarle, porque tenía razón en mis desapariciones. Solo quería que me diera otra oportunidad, porque era lo que siempre imagine para mí. Era o que más deseaba, y también seguía siendo una utopía, porque aun tenía mucho por hacer para descubrir todo su pasado y proyectarla conmigo en el futuro. Solo vivíamos el presente. Y era increíble.

Le pregunte si tenía clases después. Dijo que solo vino al examen y que ya se iba. Ya no pones tu teléfono en la firma de tu correo ¿qué paso? Me robaron el celular; pero ya tengo uno nuevo. Hubo un silencio. Sus ojos volvieron hacia mí. Imagino que esperaba que le pidiera el número. Pero en ese momento pensé que no quería dármelo y por eso mejor no pedirlo. Una estupidez.

En la combi de regreso por la panamericana sur, llore un poco. Me moleste con ella. Sus silencios, su forma de alentarme a integrarme su realidad, sus preguntas constantes sobre porque no llame el fin de semana, sus sonrisa sencilla, su ruborizada cara cuando decía obscenidades: Se suponía que tenía que  guardar las formas así su padre no esté cerca, porque si te acostumbras a comportarse de dos formas distintas: una en la intimidad, y otra en público; en los momentos más inesperados y cuando la presión empuja tu cabeza, puede que los instintos más barbáricos salgan a la palestra; y manches todo tu honor, reputación y todos tus logros sean minimizados o ridiculizados, restándole valor a todo el sacrificio que empleaste para conseguirlos. Admiraba su templanza. Pero sentía que era una máscara. Por eso seguí a Eugenia, y por eso desaparecía por momentos. Para descubrirme a mí y un poco a ella.

Es todo lo que mi imaginación puede materializar como mujer. Es perfecta. Pero agacho la mirada. Percibió que la miraba con añoranza, con deseo, con nostalgia. Habría recordado su situación. Estaba saliendo con Carlos, algunos de sus compañeros de aula lo conocen; no sería correcta una charla muy cercana con su ex. Se haría una grieta a su confiabilidad. Le daría una pequeña rendija a la excusa de que la ataque por mi culpa. Esta estúpida conversación podría volver el caballito de batalla para una pelea entre Carlos y Alejandra.

A decir de ella, Carlos había visto desde mucho tiempo atrás toda su trayectoria, sus logros, sus movimientos, la muerte de su madre, la segunda relación de su padre, el desequilibrio de su hermana, y a pesar de no haberlo manifestado durante todo ese tiempo, Carlos la quería en su mente. La admiraba e hizo muchas cosas para ser también un exitoso. Por esa revelación y otros hechos que de mencionarlos sonarían a flagelación, es que el pasado año nuevo todo se me escapo de control.


La bese en la mejilla. Olía bien. No se exactamente a que. Mis sentidos apenas trabajaban. Mi concentración estaba en su altura, su distancia, en el espacio que ocupada. Tan cercano. Muy distante. Se separo, se alejaba. Volteo y dio una última mirada. Me sentía diminuto, insignificante. Tenía que hacer algo. Pero no me correspondía. El último año había sido como un golpe de suerte divina. Pero recordar o que Alejandra creía de la suerte, me trajo al presente. Recordar lo que Eugenia creía sobre la conciencia, me trajo al presente. Mentiría si digiera que no pensé en Alejandra esa noche en mi casa, que no escuche un disco de música brasileña y no vi su baile frente a mí. Que no creí que eso era real. Una estupidez.

17/11/13

Luces enceguecedoras


El Viceministro se había retirado de la reunión hace una hora; y todos los amigos del papá de Ale, ya se habían despojado de sus sacos. Las sillas vestidas, la orquesta tocando un ritmo tropical, la sensual vocalista, las carcajadas de algún bigotudo; hacían contraste con los bostezos de Vanessa y la mirada complaciente de Ale hacia un soufflé de chocolate. Los vodkas que tomé empezaron a darme calor, me quite el saco. Sentí la pedrería de los hombros del blazer de Ale. Tenía su mejilla apoyada en mí. Su cabello, y su mirada intermitente, como inspeccionando si estaba tan aburrido como ella, me parecieron adorables. Quería desdoblarme, o ser un tercero en este panorama, para poder tomarnos una foto. Una banalidad, puede ser. Pero habito que rápidamente asimilé, en un proceso de osmosis orgánica y suave, de tanto caminar con Ale por Centros Comerciales, o haciendo planes en Cafés Barranquinos. No me parece mal. Al contrario, recuerdo que me agradaba. Viendo el lado positivo, me ayudó con mi inseguridad a ser retratado.

Vanessa no aguanto más. Me quiero ir. Mañana tengo un montón de cosas. Estaré en el lobby del piso diez, me llamas cuando termine toda esta huevada. Qué? No! vamos todos; sentencio Alejandra.

El ascensor se detuvo. Se abrió la puerta. A varios metros al frente, atravesando todo el lobby, estaba una mampara de vidrio, que entre abierta dejaba ver un balcón con vista al mar. Inmediatamente quise acercarme. Alejandra me toma de la mano, y me condujo hacia los muebles de la derecha. Una mesita de centro, un cuadro impresionista, un jarrón neoclásico en la esquina. Vanessa se echó a sus anchas en el sofá, su vestido se subió un poco; pero a nadie pareció preocuparle eso. Ale se quito el blazer y dejo ver sus hombros descubiertos. Con frecuencia, me abstraía de cualquier contexto, cuando empezaba a ver el encuentro de sus hombros con su cuello.

-  A mi papá le agradas, ya me lo había dicho pero… ahora en la mesa empecé a creerle.
-  Ale, porque no le agradaría? Soy lo máximo.
-  Imbécil, no te cae ser creído; no eres así.
-  Ah Sí?! Lo tendré en cuenta…
- Ahh… - bostezó de cansancio, pero cubrió su boca con la mano. Un hecho que pasaría inadvertido para otros; pero para mí era un punto de quiebre, para seleccionar la mujer de mis sueños. Con los años, he visto menos personas hacer este acto reflejo, que me trasporta a un mundo vintage diferente a la acelerada actualidad. Un pequeño esfuerzo subconsciente por considerar primero a los otros que a ti mismo, y tus necesidades primarias. Un símbolo de alguien comprometido con otros, al menos era mi interpretación.
 Necesitas azúcar para reactivarte, puedo ir…
- No, así nomas; no quiero comer nada, ya tengo muchas calorías por hoy. Me estoy moviendo más lento en el agua.
- Qué hablas! Eres una bomba sexy, con tus hombros huesudos y tus orejas que se salen…
- Tarado
- Bromeo. Pero para que te exiges con la natación si…
- Aun no lo entiendes, no? Ya son varios años compitiendo, es ahora que estoy  en la mejor condición para ganar.
- Te exiges mucho, es lo que intento decir, deberías tomarlo con calma… y dar tu mejor esfuerzo, si!... pero ambos sabemos que lo tuyo no es ir a las Olimpiadas.
- Aun no lo entiendes, es algo que tengo que hacer, en un reto de mucho tiempo atrás, es un check mental que tengo ahí… lo tengo que lograr, necesito ese triunfo…
- Vives para los retos…
- Quien no? Dha
- A veces, me parece que todo transcurre en piloto automático…
- Que quieres decir…
- Que podemos ponernos hitos a conquistar en el camino, porque al inicio de la carrera te lo plantearon; pero lo gratificante se encuentra en ese intervalo de espacio justo antes de alcanzar un hito; y no el logro en sí mismo.
- Te has puesto muy filosófico esta semana… me agrada que tengas esas frases a la mano.
- Te quiero a mares, lo sabe.
- Y te gusta que sea tan loca? Que te moleste a cada rato?-
        - Bueno…
Tarado
- Ahora que lo dices… este par de meses has estado más neurótica, planeándolo todo, sorprendiendo con salidas de última hora… 
Monse, y a ti que te encanta… si no te saco de sorpresa estarías en tu casa con tu Vistas 3D
-      - Si suelo ser aburrido… pero hago lo que quiero. 
- O estás en piloto automático?
 -  Me dolió
- Sorry, ven aquí…
- Pero a veces aciertas… sí… he estado un tanto pensativo, porque creo ver un patrón de logros que he conseguido, por que se suponía que al inicio de la carrera te plantean que hay que conseguirlos… pero ahora, ya no recuerdo que es lo que se supone que sigue…
-     - Sigue que me des un beso, porque Vanessa se durmió…
-  Ven… la suerte está conmigo…

El viento sacudió las cortinas de la mampara, dejando ver por momentos el balcón. Una figura humana. Mujer. Pantalón de pijama blanca con rallas rosadas, camiseta negra sin cuello ni hombros. Celular en la mano. Eugenia. 
- Suerte… el otro viernes vi en Televisión Española a un pata de bigote, que hablaba de la suerte… 
- Ah… creo que voy al baño… espérame un toque Ale.
 -  Ok…

Camine con calma. Había que guardar apariencia. Por dentro, todos mis pensamientos se centraban en que Eugenia estaba en ese balcón; y si fuera así, estaría fregado, porque todas las fantasiosas teorías que había especulado en mi encuentro con ella en su casa, serian reales.

Volteé para ver si Ale me estaba vigilando. Pero no. Se había deslizado por el sillón hasta que su nuca tocada el respaldar.

Abrí la mampara y la cerré detrás de mí. Era cierto. Ella estaba allí, a unos metros míos. Retrocedió hasta chocar con la baranda del balcón. Lo sabía, le dije. Pero es imposible. Recordaba cuando estabas en mi cuarto, por eso estoy aquí; me contesto. Rayos, no sé cómo decirlo, como voy decirlo?!. No le digas a nadie! - me respondió asustaba, juntando sus manos y acercándolos a su pecho - sabía que no debía venir. Has estado aquí antes? Le pregunté. Sí, en este balcón. Mierda – suspire de atónito, y me apoye en la baranda. Alcé la mirada.

Las luces enceguecedoras de los postes, y del tráfico de esa calle, que habitualmente pasaban intranscendentes, ahora parecían flamas de fuego. Me incorpore y mire entre la cortina hacia el interior del lobby, pero no había nadie. Todos los muebles vacios. Me asuste por los innumerables problemas y retos que significaban todo esto. A mi costado hay un ser humano que cuestionaba lo que conocía. Lo que vendría mañana no podría tomarlo como un día más. Mi vida ya no debería estar en piloto automático.

Me voy, te veo el lunes en la U; la mire con decisión y le dije. Me equivoque al venir, pero todos estos días quería demostrarte esto… porque no todos te mienten, yo sí que digo la verdad. Me hubiera dado igual todo lo que decía, pero lo dijo mientras me abrazaba por la espalda para retenerme en el balcón. Yo gire y le di un beso al dado derecho de su nariz. Me soltó, y salí de allí. No miré atrás, porque estaba seguro que no me seguiría. Toda la bulla del lobby me invadió como un tranquilizante directo en las venas.

-  Siéntate a mi lado
-   Como te decía…
-   Qué?
-   La suerte… la suerte no solo es azar y tu predisposición, como dicen… “la suerte es el encuentro de la oportunidad y tu preparación”, sino que hay un tercer factor que es la valoración que le damos. Es decir, si un día llega a tu casa un caballo pura sangre, te dirás que has tenido suerte porque ahora te pertenece un caballo; pero luego el caballo te patea y te fracturas una pierna; pues entonces creerás que has tenido mala suerte de que este caballo entre a tu vida. Sin embargo, justo empieza una guerra y el ejercito pasa por tu casa para reclutar y no te pueden llevar porque esta todo enyesado. Entonces, mirarás al caballo, y te dirás que tienes suerte de que ese caballo llegara a tu vida…
-  Tengo suerte que seas mi novia…
- Quien sabe…

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    Pronto Cap. 08: Solo amigos...

2/11/13

Periódicos en el suelo



Las paredes eran de un verde esmeralda envejecido, se notaban manchas de manos, muebles, marcas de cuadros que alguna vez estuvieron allí por mucho tiempo, hasta se podía notar que en algún momento esa habitación también fue usada como cocina. Había periódicos en el suelo. Secciones de economía, decoración y bastantes clasificados. Autos, departamentos en venta, casa en alquiler. Una mesa sucia. Pintura, comida, cuadernos y recortes de periódico. Una página entera con una entrevista al viceministro de turismo y comercio exterior. Una foto a color. Lentes, corbata guinda, saco gris, reloj, escritorio pulcro. La cama era semi-nueva. Sobresalía de entre todo como lo más limpio. Debajo de ella una maleta cerrada con  candado. Sobre ella, Eugenia.

Miraba mi página de Intagram. Su laptop sobre una silla, Eugenia en el suelo sobre un periódico. Se detuvo un momento sobre una foto mía en alta mar. Miraba lo intenso del color del mar, del cielo, de la bandera de la embarcación. Cerró los ojos, quiso imaginarlo; pero su mente la llevo a otro lado.

La luz golpeando el agua que salía de un caño, y caía en un recipiente plástico de color azul. Los moradores caminando. El bullicio del mercado, mientras su mamá media en la balanza el peso de una bolsa llena de papas. El camino de bajada que recientemente pavimentado. El local sindical de los trabajadores mineros, con su techo de doble agua, coronada con la bandera nacional. La montaña de roca blanca, beige, ocre; no se podía definir, el humo que salía de las chimeneas de la refinería de metales, a las seis de la mañana y a las seis de la noche, habían cubierto de extraños colores los riscos, las rocas, el rio y su sangre.

Eugenia no recordaba su natal Tacna, solo estuvo allí sus dos primeros años. Apenas tenía imágenes de Cusco donde estuvo algunos años más, en la casa de la familia de su mamá. Recuerda el viaje a Lima, recuerda lo serpenteante de la carretera. El cielo estrellado, que por las noches contemplaba al pasar por Arequipa. Vuelve a ella las imágenes del camino a la Oroya. La nieve en Ticlio. El tren de carga que pasa de madrugada. El desvió de las líneas férreas. El rio Mantaro. El Ichu resplandeciente al amanecer. Las paradas de los buses con sus vendedores ambulantes, subiendo y bajando. Los techos de plástico o de calamina tintineantes por la lluvia.

Aun en esa habitación, puede sentir las gotas de lluvia piqueteando sus brazos.

Mira el foco de su habitación con su luz blanca. Su mamá en la cocina le decía que se quedaría ciega si seguía mirando directamente la luz. Su mamá cocinaba y limpiaba en un restaurante, frente a la única posta médica de la ciudad, y a unas cuadras del ingreso del personal ejecutivo de la minera. Los obreros tenían otra puerta de ingreso. Para ellos les habían construido un puente en el rio para que llegaran desde sus casas, atravesando el mercado y el local sindical. El restaurante era de su tío, y concurría principalmente profesionales de la ciudad. Médicos, enfermeros, maestros, abogados, ingenieros de la minera, un notario con sus cliente, algunos charlatanes y chismosos. Nunca había visto entrar a un turista. Sin lugar a duda, nadie que no tuviera que trabajar en ese pueblo pararía ni para almorzar. De vez en cuando algún extranjero pasaba por la acera. Y con paso relajado caminaba hacia la entrada de la minera. Sin embargo, un día volviendo a pie de su colegio primario, vio un auto estacionado frente al restaurante. Las mesas estaban vacías. Su tío mirando televisión saluda, al principio no la deja pasar a la cocina, pero en un movimiento rápido, dejando su único cuaderno en el suelo, llega a entrar; como escurriéndose de entre la mentira.

Sus ojos se movían de una esquina a otra, sus cejas formaban un gran signo de interrogación. Su mamá estaba allí, como triste y molesta de pie en la cocina. Al otro extremo, sentado y con una mochila en su regazo, un señor, un extranjero, barba menuda, cara cuadrada, nariz roja por el frio, cabello claro, alto, y vestido como para escalar el Huascaran.

Su tío entró, y la tomo de la mano. A petición de su mamá, se fueron del restaurante. Caminó de la mano de su tío por la zona comercial del pueblo. Entraron a un local, los letreros fosforescentes del ingreso eran muy chillosos para verlos de día, subieron escaleras de madera vieja, se sentaron y pidieron chocolate caliente. Como era de esperar no hablaron del extranjero que vio en la cocina. Su tío no sabía nada, al menos eso le dijo. Después de hablar del colegio y de la excursión a Huancayo programada para fin de año, salieron del local de regreso al restaurante. El auto se había ido. Su mamá preparaba chocolate para la cena. Por más que insistía, solo le dijeron que el extranjero era un conocido de la familia que venía a pagar una deuda. Eugenia, crédula, no interrogó más. Con los días, llego a pensar que la deuda que el turista había pagado era enorme; porque en su casa se empezó a hacer planes de comprarle nuevos jeans para su excursión a Huancayo, de cambiarla al único colegio privado de la ciudad, donde solo hijos de mineros jefes y ejecutivos asistían, allí profesores eran venidos directamente de la Capital y le hacían exámenes de sangre mensual para controlar los niveles de plomo.

Y así fue. Estudio mejor, se entero de la existencia de muchos lugares muy diferentes y muy parecidos a la vez a su pueblo. Su tío se casó con una viuda que tenía una hija. Su nueva prima era mayor, y le decía que no venia venir la hora de irse a Lima. Eugenia que no pensaba en eso, tuvo que despedirse de ella por que al llegar a tercero se fue con su mamá a la Capital. Todo pasó muy rápido, tenían una casa de tres pisos que la alquilaban. Ellas vivían en un cuarto. Todos la empujaban a superarse. Pero todo se detuvo de golpe. Un golpe tan fuerte que le hizo olvidar que había ingresado a un buena universidad. Un golpe que la obligo a reencontrarse con viejos familiares en el Cusco. Un golpe que ni ella misma quiere recordar.

Negro, gris, dorado, rojo. El funeral de su madre fue la época que más detesto. La indignación llego a niveles exponenciales cuando sus abuelos querían repartirse sus bienes y su custodia. Huyó. Eugenia huyo para salvar su individualidad. Esperó el momento y regresó a Lima. Solucionó los ocho meses que había faltado a la universidad. Y empezó otra vez. Pero ahora era distinto. No tenía a nadie que la animara. No tenia motivo para retarse. Se había agotado la sucesión lógica y esperable de hechos en su vida. Ahora lo que pasara era consecuencia directa de lo que hiciera. No había defensa. Era fácil arruinarlo todo. Detesto lo liviano y frágil que se había vuelto su vida. Detesto al extranjero que había entrado a su cocina.


Esas paredes sucias y esos periódicos en el suelo, le recordaban sus nuevas fortalezas. Miró por la ventana exactamente a las ocho, y me vio allí de pie, en la esquina de al frente, al costado de una farmacia. Sus cejas formaron un signo de admiración.
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Pronto: Parte 07 "Luces enceguecedoras"

21/10/13

Mesa para tres



Observaba  el último rayo de sol que sobre el horizonte se resistía a irse. Cerré la ventana del auto porque la brisa había aumentado. Abotone mi camisa, mi polo ya no era suficiente abrigo para esta noche que recién empezaba. Mire las piernas de Alejandra mientras conducía, me pregunte cómo resistiría el frio de más tarde con ese short jean tan corto. Qué estas mirando bribón?! Vanessa interrumpió desde el asiento de atrás. No, nada… va ser frio, Ale esta en short. Para eso estás tú,  dijo con naturalidad Vanessa.

Se termino la pista con su reja verde que separaba los carriles, una fachada blanca con un puerta de madera amplia, que era del garaje, cerraba cortante el camino; giramos a la derecha y se abría a nuestra vista el estacionamiento de la universidad donde estudiaba Vanessa. Repleta de jóvenes y precedida por un escenario enorme, con carteles a los costados y amplios parlantes colgando de la estructura de metal, y luces de jugaban con figuras geométricas sobre la banda de músicos que tocaban en ese momento. A varios metros, una torre de metal que tenía en su cúspide un reflector, y a su espalda una pantalla que mostraba imagen en vivo de la banda.

Salude con un fuerte apretón de manos a todas las amistades de Ale y Vane, un beso en la mejilla breve para sus amigas. Nos pasaron a cada uno un vaso plástico lleno de cerveza, aparentemente una cerveza personal completa cavia en ese vaso. La próxima ronda la pones tú, me dijo con fuerza un sujeto de barba menuda, que gritaba para asegurarse que lo oyera; la estridencia de la banda de música lo obligaba a ello. Asentí. Miré a Vane mover la cabeza. Era su ambiente, eran sus amigos, hasta podría decir que conocía a alguno de los músicos, al menos de vista. Tenía que relajarme yo también. Abrasé a Ale. Tenía dudas que si su movimiento frenético del pie esta por ansiedad o por el frio que empezaba a sentirse. Por cualquier motivo que fuese, coloqué mi brazo alrededor de sus hombros, y frote para tranquilizarla. Ale me miro y se movió delante de mí, colocando mis brazos por alrededor de su cuerpo.

Estaba ingresando otra banda, e instalaba sus guitarras y efectos. Reconocí a un amigo. Flaco, alto de nariz inconfundible; tenia esta vez el pelo corto, pero por lo general no era sí. Le comente a Ale que lo conocía y sería bueno, terminando el turno de esa banda, ir a hablar con él. Así fue. Vane se quedo con su grupo encendiendo un Lucky. Abrimos paso entre la gente, entre parejas, entre grupos de amigos, entre un par de amigas muy acarameladas, entre otras bandas que guardaban sus instrumentos y esperaban a alguien para poder partir. Y allí estaba Sergio, ya con una casaca jean y hablando por teléfono. Nos saludamos. Pero qué carajo haces acá? Nada, me invitaron. Brother, tenemos el otro sábado una tocada en Hell, tienes que llevar a tu gente… se está volviendo una cagada pagar la mensualidad. Ya, dale, ok, ahí estaremos… cómo estás? Sigues corriendo olas. Si claro, estos meses son buenos. Pero el frio es too much, agregó Ale. Si, si, pero ya te acostumbras… Oe ya me quito, te veo el lunes, Alaos. Alaos, le respondimos.
Me ayudo en un tiempo, así nos volvimos amigos, me hizo más relajado. Ale asintió sonriendo.
Eugenia estaba allí, acercándose hacia nosotros. Tome de la mano a Ale, como afirmando nuestro primer mes saliendo. Ale me miró. Sabes quién es? Si.

Era real. No estaba vestida fuera de tono, como la vez anterior en la piscina. Hola Alejandra, hola – me sonrió rápidamente – sabes donde venden puchos? Creo que por la entrada, al costado de los kioskos de chelas. Ale me comenzó a mirar, como tratando de decirme algo. Qué haces por aquí? Eugenia verdad? Si Eugenia… bueno solo vine a dejarle un mensaje a un conocido. Ah! Ok, ya nos vemos. Ale avanzó un tanto incomoda. Sentí la mano de Eugenia colocando un papel en mi bolsillo trasero del jean. Volteo. Me mira con seriedad, como auscultando mi mente, mi comportamiento, descifrando la inexplicable expresión de mis parpados titilando de la sorpresa; también como adelantándome que el mensaje era en sí mismo era una revelación que Ale no debía saber. Pensé en delatarle, algo me detuvo, una complicidad, un afán de tener secretos, puesto que mi vida rutinaria no se permite tenerlo; sabía que era un riesgo, pero volteé la mirada al frente. Qué pasa? Me interroga Ale. Nada, respondo idiotamente, revelado mi mentira. De dónde la conoces? Porque yo apenas sé que está en mi aula. De la piscina donde practicas, un día me pregunto unas cosas y me dijo que estudiaba contigo. Unas cosas?! Nada! Ya párale y vamos a ver a Vane. Sí, ya quiero salir de aquí – abrazándome alrededor de la cintura – tengo ganas de comer, vamos a un restaurante que conozco. Claro.

Pedimos una mesa para tres. Ale empezó a postear unas fotos del concierto. Yo me fui al baño. Saqué el papel de mi bolsillo. Letras de periódico armaban un par de frases: “Ella no es lo que crees. Búscame el martes a las 8 en Rosa Toro y Canadá“.


Me miré al espejo. Vote el papel en tacho. Qué se supone que es esto. Quién se ha creído esa chica. Debo preguntarle a Ale cuáles eran sus secretos. Pero ahora no. Ahora debemos hacer lo que se supone. Nos besamos. Se puso algo seria, mientras me despedía a una cuadra de mi casa. Mañana la buscaré, pensé mientras su auto se confundía entre a la velocidad de la Vía Expresa. Solo quiere vengarse de seguro. Tal vez Ale le hizo una broma pesada por ser tan freak y ahora busca hacernos pelear. O seguro solo quiere acosarme. Estupideces, mi suerte no puede ser mejor… mejor no me extralimito. No lo sabía, creaba argumentos inverosímiles, pero ninguno sería mejor que la verdad. “La verdad os hará libres”.
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Pronto: "

22/9/13

La primera en todo



A veces pienso en aquellas vacaciones, donde Giovanna les revelo que se casaría con su padre. Veo las sillas blancas, el horizonte, la inmensidad del mar, las embarcaciones, la porta servilletas del club Yacht, los lentes de sol sobre la mesa. También escucho los audífonos de Vanessa a todo volumen sobre la mesa. Veo como mira hacia la playa, y recuerda que ya tienen una semana en Salinas y aun no puede tocar esa arena blanca.

Vanessa avanza sobre la pista. Alejandra baja hasta el sótano y ve que el MG3 no está. Piensa en su hermana menor. El auto avanza por la Av. General Enrique Gallo, gira a la derecha para regresar al departamento, pero no se detiene, sigue pensando, escucha Moster de Paramore, sigue avanzando por el Malecon, con el mar sobre su derecha. Aparca en la heladería el Pingüino, no quiere nada, se queda allí con el auto apagado. Ale destapa una botella de agua y sabía lo que pasaría, Gio le pregunta si su hermana ha regresado. No, aun no. Pero donde puede estar, se suponía que solo iría al Super. En la playa, siempre quiso ir desde que llegamos. Pero que le pasa a esta niña?! Cree que el auto es un juguete! Tenemos un almuerzo que preparar! Carajo! No me grites. Disculpa dulzura, puedes llamarme, no sé dónde deje el celular.

El celular sonaba. Vane lo coloco sobre sus sandalias a su costado. Por fin reposaba sus pies sobre la arena, apoyo sus antebrazos sobre sus rodillas recogidas. Miro a lo lejos unas motos acuáticas, no pudo evitar pensar que le gustaría manejar esas motos, pensaba que su madre no le hubiera dejado, porque cuando papa manejo una moto ella se asustó, preferiría un auto porque con el cinturón y las bolsas de aire el peligro se reducía. Reflexiono que en muchas cosas de la familia fue la primera en todo. La primera en aprender a conducir, pero la última en obtener la licencia, la primera en tener un negocio pero también en abandonarlo, la primera en tener un videoblog pero la única a la que se lo prohibieron, la primera en parapente porque su mama se moría de miedo en ser la primera, la primera en su promoción de secundaria, pero la ochenta y dos en puntaje del examen de admisión, la primera en escuchar nirvana y la única que lo sigue escuchando en casa, la primera en presentarse ante un auditorio y ser ovacionada por su habilidad con el clarinete, a pesar que Alejandra un año antes interpreto a Joe de Mujercitas en El Olivar, en general fue una presentación de aficionados que no paso de algunos aplausos mayoritariamente de mamas orgullosas; la primera en abrazar a mama luego que les revelo sobre el divorcio. Mama no quiero olvidarte, susurro.

Yo voy a buscarla, mejor tu no vayas; le dijo Ale mientras anudaba sus zapatillas para trotar. Por que?! Le replico Giovanna. No sé, pero puede que esto es por se siente sola, mejor la busco yo. Que?!  Ale, por dios, ya estoy hasta aquí de esas niñerías de tu hermana, justo ahora que vienen mis padres para almorzar. Si… pero ahora mi hermana necesita a su familia, por eso voy. Te llamo cuando la encuentre. Y la puerta se cerró. Ale caminaba por la acera, pensó que no fue muy confrontacional, no le convenía serlo, su padre ya lo había decidido y Giovanna pronto estaría a cargo de todo, tenía que llevarse bien. Aveces la sociedad tienen que hacer acuerdos tácitos donde el poder se cede para que la organización entera funcione, al menos en la práctica. Siempre había hecho enorgullecer a su mama, y esta vez no puede quebrantar el orden que su padre está tratando de imponer por que en la práctica aun su papa sigue queriéndola, aunque ella a veces le da ganas de odiarlo y culparlo por muchas cosas. Pero no ganaba nada empezando una guerra, solo ganaría manchar su orden, estropear su record, alejar a sus aliados, desportillar toda esa imagen que proyectaba. Esos Pro y Contras son los que, según ella, Vanessa estaba analizando frente al mar. Ese tipo de reflexiones se hacen a solas, entre lágrimas. Vanessa llego el tiempo de crecer, dijo como susurrando.

Ya en el taxi, vio por la ventana las palmeras, vio Cevichelandia, vio a lo lejos una banana de plástico repleta de turistas avanzando tras una lancha. Le dio ganas de imaginar que eran sus vacaciones. Saco su teléfono. Donde estas Vane? Ok estoy llegando. Y el auto? Ya ok, no es para tanto, está preparando la terraza. Tenemos una hora a la mucho. Si también he pensado en ella. No, tampoco la olvidare, solo que debemos avanzar, hay mucho que hacer. Eso te pasa dejar el cel en la arena. Imagino que después de esto, mañana iremos todos a Montañitas. Yo también quiero regresar. Tienes que comprarte otra sudadera GAP. Hahaha. Ves?! Monse crece, cachimba. En una semana empiezas, no?. No, yo todavía tengo 15 días. Hahaha. Oye, ya llegue, te cuelgo. Levántate y límpiate la cara.

A veces pienso en esas vacaciones, donde la sonrisa de Alejandra se bronceo, y por momentos se dio cuenta que necesitaba agradar y sobrevivir, a toda costa.
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Pronto: Mesa para tres...