21/10/13

Mesa para tres



Observaba  el último rayo de sol que sobre el horizonte se resistía a irse. Cerré la ventana del auto porque la brisa había aumentado. Abotone mi camisa, mi polo ya no era suficiente abrigo para esta noche que recién empezaba. Mire las piernas de Alejandra mientras conducía, me pregunte cómo resistiría el frio de más tarde con ese short jean tan corto. Qué estas mirando bribón?! Vanessa interrumpió desde el asiento de atrás. No, nada… va ser frio, Ale esta en short. Para eso estás tú,  dijo con naturalidad Vanessa.

Se termino la pista con su reja verde que separaba los carriles, una fachada blanca con un puerta de madera amplia, que era del garaje, cerraba cortante el camino; giramos a la derecha y se abría a nuestra vista el estacionamiento de la universidad donde estudiaba Vanessa. Repleta de jóvenes y precedida por un escenario enorme, con carteles a los costados y amplios parlantes colgando de la estructura de metal, y luces de jugaban con figuras geométricas sobre la banda de músicos que tocaban en ese momento. A varios metros, una torre de metal que tenía en su cúspide un reflector, y a su espalda una pantalla que mostraba imagen en vivo de la banda.

Salude con un fuerte apretón de manos a todas las amistades de Ale y Vane, un beso en la mejilla breve para sus amigas. Nos pasaron a cada uno un vaso plástico lleno de cerveza, aparentemente una cerveza personal completa cavia en ese vaso. La próxima ronda la pones tú, me dijo con fuerza un sujeto de barba menuda, que gritaba para asegurarse que lo oyera; la estridencia de la banda de música lo obligaba a ello. Asentí. Miré a Vane mover la cabeza. Era su ambiente, eran sus amigos, hasta podría decir que conocía a alguno de los músicos, al menos de vista. Tenía que relajarme yo también. Abrasé a Ale. Tenía dudas que si su movimiento frenético del pie esta por ansiedad o por el frio que empezaba a sentirse. Por cualquier motivo que fuese, coloqué mi brazo alrededor de sus hombros, y frote para tranquilizarla. Ale me miro y se movió delante de mí, colocando mis brazos por alrededor de su cuerpo.

Estaba ingresando otra banda, e instalaba sus guitarras y efectos. Reconocí a un amigo. Flaco, alto de nariz inconfundible; tenia esta vez el pelo corto, pero por lo general no era sí. Le comente a Ale que lo conocía y sería bueno, terminando el turno de esa banda, ir a hablar con él. Así fue. Vane se quedo con su grupo encendiendo un Lucky. Abrimos paso entre la gente, entre parejas, entre grupos de amigos, entre un par de amigas muy acarameladas, entre otras bandas que guardaban sus instrumentos y esperaban a alguien para poder partir. Y allí estaba Sergio, ya con una casaca jean y hablando por teléfono. Nos saludamos. Pero qué carajo haces acá? Nada, me invitaron. Brother, tenemos el otro sábado una tocada en Hell, tienes que llevar a tu gente… se está volviendo una cagada pagar la mensualidad. Ya, dale, ok, ahí estaremos… cómo estás? Sigues corriendo olas. Si claro, estos meses son buenos. Pero el frio es too much, agregó Ale. Si, si, pero ya te acostumbras… Oe ya me quito, te veo el lunes, Alaos. Alaos, le respondimos.
Me ayudo en un tiempo, así nos volvimos amigos, me hizo más relajado. Ale asintió sonriendo.
Eugenia estaba allí, acercándose hacia nosotros. Tome de la mano a Ale, como afirmando nuestro primer mes saliendo. Ale me miró. Sabes quién es? Si.

Era real. No estaba vestida fuera de tono, como la vez anterior en la piscina. Hola Alejandra, hola – me sonrió rápidamente – sabes donde venden puchos? Creo que por la entrada, al costado de los kioskos de chelas. Ale me comenzó a mirar, como tratando de decirme algo. Qué haces por aquí? Eugenia verdad? Si Eugenia… bueno solo vine a dejarle un mensaje a un conocido. Ah! Ok, ya nos vemos. Ale avanzó un tanto incomoda. Sentí la mano de Eugenia colocando un papel en mi bolsillo trasero del jean. Volteo. Me mira con seriedad, como auscultando mi mente, mi comportamiento, descifrando la inexplicable expresión de mis parpados titilando de la sorpresa; también como adelantándome que el mensaje era en sí mismo era una revelación que Ale no debía saber. Pensé en delatarle, algo me detuvo, una complicidad, un afán de tener secretos, puesto que mi vida rutinaria no se permite tenerlo; sabía que era un riesgo, pero volteé la mirada al frente. Qué pasa? Me interroga Ale. Nada, respondo idiotamente, revelado mi mentira. De dónde la conoces? Porque yo apenas sé que está en mi aula. De la piscina donde practicas, un día me pregunto unas cosas y me dijo que estudiaba contigo. Unas cosas?! Nada! Ya párale y vamos a ver a Vane. Sí, ya quiero salir de aquí – abrazándome alrededor de la cintura – tengo ganas de comer, vamos a un restaurante que conozco. Claro.

Pedimos una mesa para tres. Ale empezó a postear unas fotos del concierto. Yo me fui al baño. Saqué el papel de mi bolsillo. Letras de periódico armaban un par de frases: “Ella no es lo que crees. Búscame el martes a las 8 en Rosa Toro y Canadá“.


Me miré al espejo. Vote el papel en tacho. Qué se supone que es esto. Quién se ha creído esa chica. Debo preguntarle a Ale cuáles eran sus secretos. Pero ahora no. Ahora debemos hacer lo que se supone. Nos besamos. Se puso algo seria, mientras me despedía a una cuadra de mi casa. Mañana la buscaré, pensé mientras su auto se confundía entre a la velocidad de la Vía Expresa. Solo quiere vengarse de seguro. Tal vez Ale le hizo una broma pesada por ser tan freak y ahora busca hacernos pelear. O seguro solo quiere acosarme. Estupideces, mi suerte no puede ser mejor… mejor no me extralimito. No lo sabía, creaba argumentos inverosímiles, pero ninguno sería mejor que la verdad. “La verdad os hará libres”.
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Pronto: "

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