15/12/13

Bailaré


Ahora parece tan estrecho mi cuarto, creo que esta tan cercano mi cuerpo, me atrapa, parece ser una proyección de mi mismo, sabes que al salir de ella es como una expresión sincera de tu mente. Cuando cruce esa puerta sabré lo que tengo que hacer. No suelo tener esos arranques de valentía. No, en estos últimos meses. Al contrario, parece que la veo bailar, baila vivazmente, es hermosa; baila frente a mí, baila con amigos, baila con extraños, baila con su ex; pero se detiene, está cansada. Bailar con una alegría que finalmente la extenúa. Se sienta a mi lado mientras recobra fuerza, se pone de pie, toma agua, se mueve al ritmo de su música interna, pues yo no escucho ruido alguno; o será que he perdido conexión con el ambiente y solo me concentro en ella. Abro la boca, doy un sorbo al vaso con agua. Qué pasa. Ella baila y yo no. Por qué. Por qué no me puse de pie y baile. Por qué creo que bailo cuando en realidad solo cumplo con lo establecido. Ella baila, y baila lo mejor que puede. Yo me muevo para indicar que soy un ser viviente. Ella me mira y espera que también quiera que baile, no por compromiso o porque me conozca; solo porque tiene esperanza de que mi estupidez se vaya, tiene fe. Si no me puse de pie, no le afecta, ni le importa mucho, aun tiene fe; da media vuelta y baila con un amigo en común. Y a lo lejos me da una mirada para ver si ya me puse de pie. Aun tiene fe.

Salí de mi cuarto; y bailaré lo mejor que pueda. Bailaré.

Eugenia aun no lo entiende. Cree que estoy cegado por mi baja autoestima. Creo que donde yo veo fe, en realidad es manipulación. Un juego de poder, para tenerme de títere autocomplaciente, cuya única fuente de energía es la esperanza fútil, de que mi establishment cambiará con un toque de Ale. Por un tiempo le creí. Lo que antes me parecía su sonrisa, luego me parecía una muestra de arrogancia. Su abrazo para animarme, luego fue un anzuelo para que haga lo que ella quiera. Una conversación suya con un extraño, luego fue un reclutamiento de títeres. Un beso de Ale, luego una bofetada a mi independencia. Pero qué sabía Eugenia de independencia. Vivir sola en un cuarto tétrico por casi dos años, no es independencia. Me sonaba a aislamiento. Pero no juzgué al mensajero sino el mensaje. Y digerí ese panfleto. Me alejo por algunos meses de Ale, y sembró dudas. No bailaba, solo escuchaba ese discurso incendiario; y con audífonos para no dejar entrar sentido común. Cuando me dejo por Carlos, prendí la antorcha porque pensaba que deje de servir como títere. Me sentía inútil, algo irónico, porque debía de sentir libre según la doctrina de Eugenia. Me sentía estático, mientras Ale bailaba, y bailaba otra canción; pero bailaba lo mejor que podía. Es cierto que ella, cree que todos la estiman por sus logros y su esfuerzo personal; pero que la ignoran por su carencia de objetivo; pero quién soy para lanzar la primera piedra, si también caí al igual que ella en una seguidilla de primeras metas y luego incertidumbre. Pero al menos baila, y baila hermosa, baila según la música que toque.

Salí de mi cuarto; y bailaré lo mejor que pueda. Bailaré.

Mi amigo me confirmo que Eugenia había usado el mail “flor852” para matricularse en la U. no había duda, era ella la que había deslizado los rumores a Ale. Y si de alguna ayuda puedo ser, mientras se recupera de las esquirlas y la contusión en el cuello, producto del accidente de tránsito; seria enfrentar a Eugenia para saber la verdad. Recordé su peluca y sus lentes en las escaleras del hospital. Busque el evento en internet donde me había contado semana atrás que iría. Anote la dirección. Salí de mi cuarto. Tome un taxi. Recordé a Vanessa abrazar a Giovana hace apenas dos horas atrás. No escatime en gastos, el dinero va y viene; pero saber que aun tienes valentía para enfrentar retos, eso es duradero. Había un tumulto de gente fuera del local. Compre una entrada a una revendedora. Fui al bar del local. Pedí un vodka tonic. Busque entre todos los grupos de personas que se habían formado alrededor de la pista de baile. No la encontré. Fui al segundo piso y revise en los boxes. Nada. Me compre una cerveza. Veía los trajes tan detallados y coloridos de los participantes. Muchas chicas esmeradas y hermosas. Alcé la vista otra vez al balcón del segundo nivel, y en el suelo a través del vidrio estaba Eugenia con su peluca en la mano.

Lloraba. Entre sollozos le entendí que no era su plan asustarla tanto que se pasara la luz roja. Que ella también se asusto mucho con el golpe del otro vehículo; y, lo más importante, que no volvería a aparecerse ante nadie, porque esa extraña capacidad es tan autodestructiva que podría corromperse y dañar a muchos. La abracé, le dije que lo sé y que sabía que no quiere dañar a nadie. Le conté que todo está bien con Ale, que se recupera. Y le pregunte porque le dijo ese rumor sobre su padre, que la puso muy mal a Ale. Me dijo que era verdad. Que ella misma lo había comprobado, que no le preguntara cómo; pero que si aún seguía siendo su amigo, le crea. Le dije que aun no me cuadra ni entiendo eso de la amistad entre géneros. Pero que le creía. Aun así, no tenía derecho a decir todo eso. Pero me miro con ojos de desconcierto, y me preguntó qué hubiera hecho yo con esa información. No contesté. Me tomó del cabello y dijo que no caiga en la doble moral, como todos los conformistas. Le dije que la forma en que se lo dijo no es de personas honestas, que pensara en eso; porque solo provoca que desconfíe más de ella. Se seco los ojos, y desapareció ante los míos.

Salí del local. Tome otro taxi a casa. Puse un CD en el reproductor, y no dormí sino hasta casi entrada la mañana. Era domingo, limpie la casa. Converse con mis padres sobre los pagos a hacer en el mes. Deje la ropa en la lavandería. Almorcé en casa de mi hermano. Avance con unos planos que tenía pendientes. Salí a caminar. Tome café en la noche. Planche mi ropa para el lunes. Revise si tenía examen o algo. No puse un CD en el reproductor, me quede en silencio, y me imagine bailando.

Ale no fue a trabajar. Giovana presento un parte médico para que le dieran licencia quince días. Llamé a Vanessa. Me dijo que en un día más saldría del hospital y estaría con collarín por diez días. Le dije que le enviaba los mejores deseos. Vane dijo que todo mejorara que esperaba que este incidente los una más. Apoye esa idea, y le pedí que me avisara el momento en que Ale quisiera que la visiten. Que no dudara en llamarme porque, al fin y al cabo, aun soy amigo de Alejandra y de Vanessa.

El fin de semana siguiente, era cumpleaños de un compañero de oficina; salimos todos a un after office. Ya en el local, me quede sentado revisando el celular. De reojo vi que regreso una chica de la pista de baile, y se sentó en la mesa de al frente. Guardé el celular. Mire un momento para ubicar a todos; pero al rato tenia a la chica de al frente diciéndome, bailamos?
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Fin del volumen I

10/12/13

Desportillados

Le parecía que el costo del boleto era mucho para tan poca distancia recorrida. Igual pago. Bajo frente a un supermercado. Cruzo entre los puestos de ploteos e internet. En el segundo piso, se detuvo un momento, y volvió a marcar el teléfono de Alejandra. Sonaba. Dónde se habrá ido? No dijo nada, pensaba. Sin respuesta, siguió de frente y luego volteo a la izquierda. Saludo a Renso y pregunto por sus amigas, con una sonrisa de oreja a oreja el encargado le digo que en la cabina dos estaban. Antes de avanzar vio que en la puerta esperando estaba alguien conocido. Hola, no eres amiga de mi hermana? Te acuerdas? Cuando fuiste a mi casa? La miraba con una forzada amabilidad, pues no le era sencillo. Eugenia le devolvió la mirada, y sin mostrar mayor interés le dejo que si, y que estaba allí esperando que se terminen de imprimir unos planos. Pero y sabes si tiene clases hoy? Porque salió temprano y ahora no contesta el teléfono. Debe estar con su ex, Carlos no, el otro; le contesto. Trato de parecer poco interesada en el tema, pero poco a poco su plan estaba cobrando forma. OK, no lo sabía; le contesto Vanessa. Nos vemos, le dijo; pero su interlocutora solo miraba. Avanzo hasta la cabina dos, y sin tocar la puerta de vidrio abrió y entro. En la batería Valeria y en la guitarra Fiorela, en el Guitar Hero sonaba Reptilia de The Strokes. Y al cerrar la puerta, se desconecto de todo. Al menos por una hora.

No lo pensó mucho y borro el mail. Ese tal “flor852” había reabierto la herida. Alejandra recuerda los rumores de infidelidad de su padre, que se escucharon los días posteriores del funeral de su madre. Ella no los creía, y allí quedo todo. Pero “flor852” le estaba diciendo que otra vez su padre era infiel, y ahora a Giovana. Quién rayos trata de hacerme daño? Se pregunto. Tomó las llaves del Sportage. Salió hacia el gimnasio. Mientras guardaba sus pertenencias en el locker, marco el teléfono. Puedes venir en una hora? No? Por donde estas? No, no pasa nada. Bueno si. Pero debo contarte en persona. Es que solo se me ocurrió que podrías ayudarme a descubrir un tema que me está causando daño. Si, gimnasio; tu? Ah! Bueno, entonces dónde. Ok, en el taller de Rafo en dos horas.

Ya tenía preparada la peluca y el traje. Esa noche lo intentaría otra vez. Parecía que habían reactivado en ella, como un catalizador termonuclear, las ganas de divertirse, sentir; y olvidarse de las obligaciones que tenia para consigo; y, además, las que se había impuesto para conmigo. Creía que debía mostrarme, sin importar cuán doloroso sea, que nadie actúa con sinceridad hasta que está completamente segura de mis intenciones y objetivos. Con cierta ironía, había descubierto que ni la lectura ni la música la abstraían de la realidad; interpretar la vida o las características de otros, si lograban ese efecto narcótico que buscaba. Esa noche, lo intentaría de nuevo. Pero antes, movería algunas piezas más en el tablero.

Absurdas, infantiles, estúpidas. Todo en el timeline era vacio y hueco. Cerró la App y volvió su mirada al maracuyá que creía al fondo del jardín. Como refugio de vida se imponía entre el césped y las macetas compradas. Había crecido de forma orgánica y sincera, con sus curvas algo erráticas pero librándose de sus obstáculos, siempre buscando el sol. Llamo a casa. Tal vez Ale estaba allí y su celular estaría sin batería. Hola Vanesita! Qué raro que este llamando al fijo! Le respondió Giovana al otro lado del auricular. Pensé que Ale respondería, porque su cel está apagado. Si, verdad no? Pero que paso, dime. No nada, solo aburrida. Pero no estás con Fio? Si pero su jardín me parece más interesante que las tonterías que dice. No te está escuchando no? Que va, Gio. Bueno, Vane… es que ahora todo te parece tonto, pero creo es que te sientes como aislada, sé que no es lo mismo, pero puedes llamarme, para sacarte de ese aburrimiento, nos concentramos y veras como salen ganas de hacer cosas nueva y retarte a ti misma. Hubo una ligera pausa, para observar como Valeria ataba sus zapatillas. Tienes razón, Gio; todo está en uno. Si parece que las personas que mas quise ya no están ahora, es solo porque así es la vida… uno debe ponerle ganas para retarse y seguir. Vane. Si? Tu mamá te quiso mucho, y te sigue queriendo…

Cerró su bolso, y repitió que quería la información lo antes posible. Que no podía permitir que un anónimo este difamando a su padre. Le dije que mi amigo le tendrá la dirección de ese anónimo para mañana. Me volvió a agradecer. No quiso ahondar en otros temas, pero decía estar bien. Ya no veo a Carlos. Fue lo más relevante. Quería ser cordial, pero sobre todo escueta. No quería entredichos y no permitir una lectura entre líneas. Solo era el nexo entre su información y el hacker que le revelaría de quien vienen tales rumores. Mientras salíamos del café, reviso una antigüedad, una radio y un sofá polvoriento. Le parecía que tras de ellos su historia tendría personas desequilibradas, o al menos sujetos que creían que lo eran. Parecía inverosímil. Pero algo en ella me dijo: así soy, y no te permito que estés en mi contra; me sigues por lo que he logrado por mí misma, o puedes irte a la sombra del olvido. Pero era difícil olvidar a esa desequilibrada.

Cerro muy fuerte los ojos, y antes de volver a abrirlos imagino las llantas, el asiento, el olor, el cabello largo de Ale. Sin percatarlo, estaba entreabriendo los parpados y la luz se filtraba en sus pupilas como banderas hondeando. Su peluca y sus lentes estaban reflejadas en el espejo retrovisor. Ale se secaba los ojos.

Todo se volvió pánico. Nuestras vidas se desportillaron.

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Pronto: Fin de Volumen I

1/12/13

Solo amigos


Su delineador me recordaba las fiestas en su casa, y a la mesa de plástico en su jardín donde bebíamos. Claro que no estamos en una fiesta. Acaba de salir del examen; y yo estaba en su Facultad para devolverle su neceser de comida, que había dejado olvidada en la Oficina de Finanzas. Eran las ocho de la noche. No había nada que hacer. No era necesario imaginar que podía suceder, simplemente era un favor a una amiga del trabajo. Un favor antes de regresar a casa. Una amiga. Eso era lo que quería Alejandra. Solo amigos. Una estupidez.

Nunca había dado veracidad a una amistad entre géneros. No tenia amigas, y menos una ex que quiera mantener una amistad. Me sonaba a manipulación. Algo como: no tener relaciones pero si obligación de hacer favores. Como darle el alcance en su facultad para entregarle una de sus pertenencias olvidadas. Pero había accedido. Allí radica mi estupidez.

Estaba frente a mí. Ya no recuerdo ni como se vestía. Me había deslumbrado sus ojos y su rostro tan cerca. Tres meses pasaron. Rayos, si que la extrañe. El primer mes la odie sin duda y la maldije también. El segundo mes la extrañe. Y ahora solo quiero cualquier excusa para cruzármela.

Fue extraño. No era el mejor lugar para decirme que el año nuevo anterior se beso con Carlos, un amigo de su secundaria, y que en el mes siguiente había descubierto que no le prestaba atención; que nunca recibía explicación sincera de cuando desaparecía por días. Estábamos en Punta Hermosa. Y en vez de llorar, salí caminando; no quería que viera m rostro de tristeza. No podía refutarle, porque tenía razón en mis desapariciones. Solo quería que me diera otra oportunidad, porque era lo que siempre imagine para mí. Era o que más deseaba, y también seguía siendo una utopía, porque aun tenía mucho por hacer para descubrir todo su pasado y proyectarla conmigo en el futuro. Solo vivíamos el presente. Y era increíble.

Le pregunte si tenía clases después. Dijo que solo vino al examen y que ya se iba. Ya no pones tu teléfono en la firma de tu correo ¿qué paso? Me robaron el celular; pero ya tengo uno nuevo. Hubo un silencio. Sus ojos volvieron hacia mí. Imagino que esperaba que le pidiera el número. Pero en ese momento pensé que no quería dármelo y por eso mejor no pedirlo. Una estupidez.

En la combi de regreso por la panamericana sur, llore un poco. Me moleste con ella. Sus silencios, su forma de alentarme a integrarme su realidad, sus preguntas constantes sobre porque no llame el fin de semana, sus sonrisa sencilla, su ruborizada cara cuando decía obscenidades: Se suponía que tenía que  guardar las formas así su padre no esté cerca, porque si te acostumbras a comportarse de dos formas distintas: una en la intimidad, y otra en público; en los momentos más inesperados y cuando la presión empuja tu cabeza, puede que los instintos más barbáricos salgan a la palestra; y manches todo tu honor, reputación y todos tus logros sean minimizados o ridiculizados, restándole valor a todo el sacrificio que empleaste para conseguirlos. Admiraba su templanza. Pero sentía que era una máscara. Por eso seguí a Eugenia, y por eso desaparecía por momentos. Para descubrirme a mí y un poco a ella.

Es todo lo que mi imaginación puede materializar como mujer. Es perfecta. Pero agacho la mirada. Percibió que la miraba con añoranza, con deseo, con nostalgia. Habría recordado su situación. Estaba saliendo con Carlos, algunos de sus compañeros de aula lo conocen; no sería correcta una charla muy cercana con su ex. Se haría una grieta a su confiabilidad. Le daría una pequeña rendija a la excusa de que la ataque por mi culpa. Esta estúpida conversación podría volver el caballito de batalla para una pelea entre Carlos y Alejandra.

A decir de ella, Carlos había visto desde mucho tiempo atrás toda su trayectoria, sus logros, sus movimientos, la muerte de su madre, la segunda relación de su padre, el desequilibrio de su hermana, y a pesar de no haberlo manifestado durante todo ese tiempo, Carlos la quería en su mente. La admiraba e hizo muchas cosas para ser también un exitoso. Por esa revelación y otros hechos que de mencionarlos sonarían a flagelación, es que el pasado año nuevo todo se me escapo de control.


La bese en la mejilla. Olía bien. No se exactamente a que. Mis sentidos apenas trabajaban. Mi concentración estaba en su altura, su distancia, en el espacio que ocupada. Tan cercano. Muy distante. Se separo, se alejaba. Volteo y dio una última mirada. Me sentía diminuto, insignificante. Tenía que hacer algo. Pero no me correspondía. El último año había sido como un golpe de suerte divina. Pero recordar o que Alejandra creía de la suerte, me trajo al presente. Recordar lo que Eugenia creía sobre la conciencia, me trajo al presente. Mentiría si digiera que no pensé en Alejandra esa noche en mi casa, que no escuche un disco de música brasileña y no vi su baile frente a mí. Que no creí que eso era real. Una estupidez.