22/9/13

La primera en todo



A veces pienso en aquellas vacaciones, donde Giovanna les revelo que se casaría con su padre. Veo las sillas blancas, el horizonte, la inmensidad del mar, las embarcaciones, la porta servilletas del club Yacht, los lentes de sol sobre la mesa. También escucho los audífonos de Vanessa a todo volumen sobre la mesa. Veo como mira hacia la playa, y recuerda que ya tienen una semana en Salinas y aun no puede tocar esa arena blanca.

Vanessa avanza sobre la pista. Alejandra baja hasta el sótano y ve que el MG3 no está. Piensa en su hermana menor. El auto avanza por la Av. General Enrique Gallo, gira a la derecha para regresar al departamento, pero no se detiene, sigue pensando, escucha Moster de Paramore, sigue avanzando por el Malecon, con el mar sobre su derecha. Aparca en la heladería el Pingüino, no quiere nada, se queda allí con el auto apagado. Ale destapa una botella de agua y sabía lo que pasaría, Gio le pregunta si su hermana ha regresado. No, aun no. Pero donde puede estar, se suponía que solo iría al Super. En la playa, siempre quiso ir desde que llegamos. Pero que le pasa a esta niña?! Cree que el auto es un juguete! Tenemos un almuerzo que preparar! Carajo! No me grites. Disculpa dulzura, puedes llamarme, no sé dónde deje el celular.

El celular sonaba. Vane lo coloco sobre sus sandalias a su costado. Por fin reposaba sus pies sobre la arena, apoyo sus antebrazos sobre sus rodillas recogidas. Miro a lo lejos unas motos acuáticas, no pudo evitar pensar que le gustaría manejar esas motos, pensaba que su madre no le hubiera dejado, porque cuando papa manejo una moto ella se asustó, preferiría un auto porque con el cinturón y las bolsas de aire el peligro se reducía. Reflexiono que en muchas cosas de la familia fue la primera en todo. La primera en aprender a conducir, pero la última en obtener la licencia, la primera en tener un negocio pero también en abandonarlo, la primera en tener un videoblog pero la única a la que se lo prohibieron, la primera en parapente porque su mama se moría de miedo en ser la primera, la primera en su promoción de secundaria, pero la ochenta y dos en puntaje del examen de admisión, la primera en escuchar nirvana y la única que lo sigue escuchando en casa, la primera en presentarse ante un auditorio y ser ovacionada por su habilidad con el clarinete, a pesar que Alejandra un año antes interpreto a Joe de Mujercitas en El Olivar, en general fue una presentación de aficionados que no paso de algunos aplausos mayoritariamente de mamas orgullosas; la primera en abrazar a mama luego que les revelo sobre el divorcio. Mama no quiero olvidarte, susurro.

Yo voy a buscarla, mejor tu no vayas; le dijo Ale mientras anudaba sus zapatillas para trotar. Por que?! Le replico Giovanna. No sé, pero puede que esto es por se siente sola, mejor la busco yo. Que?!  Ale, por dios, ya estoy hasta aquí de esas niñerías de tu hermana, justo ahora que vienen mis padres para almorzar. Si… pero ahora mi hermana necesita a su familia, por eso voy. Te llamo cuando la encuentre. Y la puerta se cerró. Ale caminaba por la acera, pensó que no fue muy confrontacional, no le convenía serlo, su padre ya lo había decidido y Giovanna pronto estaría a cargo de todo, tenía que llevarse bien. Aveces la sociedad tienen que hacer acuerdos tácitos donde el poder se cede para que la organización entera funcione, al menos en la práctica. Siempre había hecho enorgullecer a su mama, y esta vez no puede quebrantar el orden que su padre está tratando de imponer por que en la práctica aun su papa sigue queriéndola, aunque ella a veces le da ganas de odiarlo y culparlo por muchas cosas. Pero no ganaba nada empezando una guerra, solo ganaría manchar su orden, estropear su record, alejar a sus aliados, desportillar toda esa imagen que proyectaba. Esos Pro y Contras son los que, según ella, Vanessa estaba analizando frente al mar. Ese tipo de reflexiones se hacen a solas, entre lágrimas. Vanessa llego el tiempo de crecer, dijo como susurrando.

Ya en el taxi, vio por la ventana las palmeras, vio Cevichelandia, vio a lo lejos una banana de plástico repleta de turistas avanzando tras una lancha. Le dio ganas de imaginar que eran sus vacaciones. Saco su teléfono. Donde estas Vane? Ok estoy llegando. Y el auto? Ya ok, no es para tanto, está preparando la terraza. Tenemos una hora a la mucho. Si también he pensado en ella. No, tampoco la olvidare, solo que debemos avanzar, hay mucho que hacer. Eso te pasa dejar el cel en la arena. Imagino que después de esto, mañana iremos todos a Montañitas. Yo también quiero regresar. Tienes que comprarte otra sudadera GAP. Hahaha. Ves?! Monse crece, cachimba. En una semana empiezas, no?. No, yo todavía tengo 15 días. Hahaha. Oye, ya llegue, te cuelgo. Levántate y límpiate la cara.

A veces pienso en esas vacaciones, donde la sonrisa de Alejandra se bronceo, y por momentos se dio cuenta que necesitaba agradar y sobrevivir, a toda costa.
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Pronto: Mesa para tres...

8/9/13

Cuando la vorágine te encuentra

El Sr. Vicente hablaba por teléfono con su esposa, le explicaba que había surgido un accidente en la casa de los Señores, por eso estaba en el hospital y tenía para algunas horas más. La pequeña Vanessa se me acercó. No tenía la intensión de increparme nada, pero preguntó qué había sucedido esa tarde entre Ale y Yo. Nada, solo conversamos; le dije sin mostrar preocupación ni miedo, solo serenidad. Gio salió de la Sala de Urgencias, fue al encuentro de la pequeña, la abrazó. Todo está bien, llegué a escuchar que le decía. Sentí paz, no porque haya tenido culpa de algo, si no una tranquilidad de que estaba fuera de peligro. Me observé a mi mismo en aquel pasillo. Carlos ya se había ido hace bastante. Vicente y Yo éramos los únicos no familiares que permanecía allí, al menos Vicente tenía una obligación laboral para quedarse, yo no.

Entré al ascensor, marqué el número uno; mire la pequeña pantalla donde los números rojos iban en descenso. Rayos por qué fue tan descuidada? Llegó a contarle a Gio lo que había descubierto? Cómo Vanessa supo que me reuní con su hermana hace 7 horas? Me preguntaba aturdido por no poder imaginar una respuesta sensata. Dos… Dos… Qué carajo, dije; la pantalla del ascensor indicaba el Segundo Piso, pero no avanzaba, toque el número uno otra vez, pero nada, toque otra vez con un poco de desesperación. Se abrió la puerta del ascensor. Un silencio sepulcral invadió me invadió. Rayos otra vez, pensé mientras recordaba el incidente en el piso diez de un hotel.

Como lo suponía, no había ni una sola persona en ese piso. Camine por largo pasillo mayólicas blancas, traté de abrir la puerta de la primera habitación que encontré a mi derecha. Cerrada. Llegué a la estación de control de las enfermeras. Vi los registros de los pacientes. En la mesa habían pastillas agrupadas de a cinco. El televisor donde las enfermeras se distraían viendo un programa concurso, estaba encendida; pero no había nadie. Vi que una luz roja parpadeaba en el dintel de la puerta de una habitación al final del pasillo. Llegué hasta allí. Cerrada. Miré a la izquierda y tranquilidad regresó a mi cuerpo. Escaleras de emergencia. Baje por los primeros escalones, gire a la izquierda cuando un frio intenso sacudió uno de mis brazos. Allí estaba Eugenia con una mirada inexpresiva, tal y como en el balcón del piso diez de un hotel.

             - Voy a hacer que pares con esta mierda, te voy a ubicar… - dije mientras pasaba las manos por mi frente, y observaba la peluca color palo rosa que tenia puesta, y los lentes sin luna que sostenía en su mano derecha.

             - No tengo tiempo. Vine a hablar de ti. Qué haces acá. Dijiste que no te               importaba. Aun contestas las llamadas de Alejandra? Pensé que habías entendido, que ella no es lo que creías. Todo fue una máscara. Dijiste que repudiabas la cotidianidad de sus actos de doble moral.

            - Yo no dije eso! Nunca la juzgué

            - Lo pensaste. Lo sé.

            - Se accidentó, lo sabías? Encontró algo fuerte sobre su padre. No sabía que hacer.

            - Y a ti que te importa

            - Déjate de huevadas. Qué quieres.

            - Ya habías aprendido a decir “no”, demostraste tu fuerza, hacías lo que querías;   qué paso, que te pasó que volviste a necesitar su proyección. Porque eso es, una idea. No es de verdad – Eugenia se coloco los lentes, y retrocedía bajando peldaño a peldaño muy lentamente.

           - Solo vete. Me asusta que aparezcas. Dónde estás en realidad… No me importa lo que tengas que decirme. Tú jodiste todo desde el principio.

           - Solo te abrí los ojos. Hoy algo te hizo cerrarlos. Piénsalo – Y salió corriendo. Abrió la puerta de emergencia del primer piso, se filtró el ruido típico de un hospital. Se cerró la puerta.

Por fin estaba en el primer piso. Saqué el celular del bolsillo. Rayos es tarde. Avancé por entre algunas enfermeras, internistas, residentes y pacientes. Llegué donde un montón de familiares aguardaban sentados, mirando como hipnotizados un monitor LED. La noche invernal me recibió. La vereda estaba húmeda. Una llovizna menuda no cesaba. La Javier Prado y sus vehículos presurosos, pero lentos por el tráfico, me indican que el mundo seguía allí. Camino pensando cómo averiguar la dirección de Eugenia. Un letrero iluminado y un pequeño puente, me recuerdan que debo apurarme a subir al transporte público. Ultimo embarque. Jóvenes con audífonos mirando sus celulares. Señores con casacas deportivas y jean. Señoras con grandes abrigos y tinte en el pelo. Una envoltura de chocolate debajo de un asiento. La Estación donde Alejandra se baja para tomar otro transporte hasta su casa. Un sujeto con blazer y mochila al hombro. Una chica sentada revisando su Facebook. La Estación donde me bajo. La llovizna otra vez. Un Supermercado. La puerta. Mi cama. Mi lugar conocido. Mi rutina. Mis pensamientos.


Cuando la vorágine te encuentra, solo te queda resistirla y aprender de las secuelas que deja. Estaba cerrando los ojos? No lo sé. Nunca la juzgue. Solo no me agradó como avanzábamos. No tengo culpa de su accidente. No soy el que debe cargar con el secreto que Ale descubrió. Pero acudió a mí después de mucho, porque sabía que no la abandonaría sola con esto. O solo quería tenerme como estrategia? Pero yo ya la había dejado atrás. Se suponía que no debía contestar el teléfono. Por qué tenía una peluca color palo rosa y unos lentes?
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Pronto Parte Nº 04: La primera en todo.